Bajo un cielo estrellado, criaturas fantásticas cobran vida, transformadas en objetos luminosos. Estas esculturas de otro mundo parecen destinadas a conversar con el infinito celestial. Oasi, el guardián de la luz, se alza con gracia, combinando una base de acero inoxidable realzada con un cálido recubrimiento en polvo que le otorga un acabado delicado y vibrante, y cristal de Murano, soplado a boca para revelar reflejos mágicos a través de su transparencia. Cada pieza está adornada con una paleta inspirada en los misterios de la Tierra, como el tono Ourika, un homenaje al valle rojo que se extiende al sur de Marrakech, donde el ocre brilla bajo el sol y susurra a la sombra de las montañas.